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Arquitectos: Fino Lozano
- Área: 300 m²
- Año: 2021
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Fotografías:César Béjar
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Proveedores: Adobe Systems Incorporated, AutoDesk, Trimble Navigation
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Al norte de la metrópoli tapatía en la colonia Nuevo Vergel, la Capilla Perpetua, construida con las manos de los mismos pobladores del lugar, recuerda las palabras del arquitecto burkinés Francis Kéré -Pritzker 2022-: “Todos merecen calidad, todos merecen lujo y todos merecen consuelo”.
A diferencia del trabajo al que nos tiene acostumbrado el estudio de Fino Lozano, enfocado principalmente a la intimidad de la casa habitación, esta obra resalta por ser un espacio comunitario abierto día y noche para convocar, reunir y conectar.
La Capilla se conforma principalmente por dos espacios consecutivos. El primero, un pequeño atrio abierto que sirve de transición y preparación hacia el lugar sacro; al mismo tiempo que cumple con la práctica función de albergar a los servicios sanitarios. Una breve línea de cipreses acompaña la vista hacia el segundo espacio, que es la Capilla Perpetua en sí misma. Se accede a ella a través de un sólido portón metálico marcado de principio a fin y por el centro por una sobria cruz de cristal traslúcido ámbar. El color neutro del portón y el del sólido muro ciego en el que se incrusta es el mismo que el de la barda perimetral y el interior mismo de la Capilla. Esta solución monocromática aporta la sensación de unidad, de calma; evoca serenidad.
Una vez atravesado el umbral, el visitante descubre la única nave con tres alturas distintas: más baja hacia la entrada y superior conforme se avanza hacia el altar. La cubierta escalonada permite el ingreso indirecto de la luz, filtrada por linternillas ámbar y la dirige hacia el altar. Ahí se yergue una imponente custodia de madera natural, en la forma de la Virgen de Guadalupe, en cuyo pecho se abre el viril que permite la exposición continua de la hostia consagrada.
Detrás del altar se levanta un muro curvo de media altura, a manera de ábside, que separa la nave de la Capilla de dos habitaciones posteriores para el uso de las personas que velan por la noche (recordemos que una capilla perpetua se denomina así porque sus feligreses se turnan para orar día y noche a lo largo de todo el año, de tal manera que el espacio nunca permanece solo).
El techo queda recorrido por completo por bóvedas catalanas terminadas en ladrillo aparente, estas resaltan junto con la madera de las bancas y mamparas que le hacen eco. Así, del techo al piso, ladrillo y madera marcan el ritmo en medio del dominante enjarre manoseado, formando una atmósfera armónica, tranquila y cálida.
Como se mencionó al principio, una nota arquitectónica no menor se asienta en la colaboración directa de la comunidad en el proceso mismo de construcción. Como Francis Kéré supo distinguir, hay una identificación muy especial con el edificio cuando la comunidad puede decir: “nosotros lo hicimos”.